Primero te indignas. O dudas. Después empiezas a
establecer comparaciones (normalmente a peor) Un año y medio después, te
acostumbras. Te gusta más o menos que antes, pero ya no tienes los ojos puestos
en él porque ahora es momento de fijarse en otro.
De un tiempo a esta parte, los directores creativos
de las firmas más prestigiosas cambian tan rápido que hasta parece que el
discurso en torno a la moda se reduce a eso; a averiguar quién dirige qué,
quién se ha marchado a dónde, quién sucederá a quién.
La moda se está mostrando cada vez más como la
industria que es. Desde que las maisons más prestigiosas fueran compradas por
grandes conglomerados, la progresión hacia la gestión empresarial en detrimento
de la individualidad del creador es cada vez más notable. No obstante, servidora
cree que si la sucesión vertiginosa nos parece tan polémica (e incuso
decepcionante en ocasiones) es porque hay un abismo irreconciliable entre las
acciones que se llevan a cabo en la industria de la moda y el discurso que ella
misma intenta establecer:
A principios de los ’70, cuando los grandes nombres
de la moda estaban muriendo, acababan de morir o cada vez se hacía más evidente
que no iban a vivir eternamente, el sociólogo Pierre Bourdieu escribió “Alta
Cultura, Alta Costura”, un texto clave para entender el funcionamiento social
de la Moda por muchos motivos. Entre ellos, el problema que se plantea al
reemplazar al creador/ fundador de una marca de moda:
“El campo de la moda es muy interesante porque ocupa una posición intermedia (por supuesto, en un espacio teórico abstracto) entre un campo hecho para organizar una sucesión, como es el campo de la burocracia, en el que es necesario que los agentes sean por definición intercambiables, y un campo donde las personas son radicalmente insustituibles, como es el de la creación artística y literaria”
En resumidas cuentas: para
que una firma, un logo o un iconito concreto sean deseables, a la marca se la
debe equiparar de algún modo con la firma de un artista (socialmente
reconocida, exclusiva, individual y de alto valor estético) pero las marcas de
moda son, en el fondo, productos mejor o peor gestionados por una empresa.
Cuando hablamos de la moda como un “arte aplicada” estamos, en realidad,
resumiendo en esta expresión que los desfiles de Alta Costura sirven para
vender colonias o gafas de sol y que por muy onírica o transgresora que sea una
colección, si no vende, probablemente el siguiente paso sea el despido de su
diseñador, da igual que haya sido merecedora de críticas maravillosas.
Cuando Coco Chanel murió, todas estas tensiones quedaron en evidencia. Nunca un creador estuvo tan ligado personalmente a sus creaciones. Chanel era marca y personajes, es más, personaje uniformado y completamente reconocible. ¿Y alguien se acuerda de Gasthon Berthelot? No, ¿verdad? Se dice que “no estuvo a la altura”, lo que sin eufemismos de por medio sería algo así como: Coco era tan carismática que copiar en bucle sus prendas era casi un plagio y una labor que cualquiera podría hacer, pero diseñar e innovar era una blasfemia contra el legado de la firma. Ante eso, tuvimos que esperar la llegada de Lagerfeld, con sus pequeñas innovaciones sobre fondo tradicional, sus reinterpretaciones en bucle y, sobre todo, su carisma. Chanel necesitaba de otro personaje uniformado y profundamente original para mantener con dignidad su legado.
personajón |
Christian llevaba muerto
décadas cuando Arnault fichó a Galliano. Y el hijo no mató al padre, ni mucho
menos, pero se emancipó cuando había que emanciparse. Si pensamos en esa idea
problemática del “diseñador-artista” la imagen de Galliano nos viene a la
cabeza inmediatamente. Al final, Galliano era Dior y Dior eran las maravillosas
idas de pinza perpetradas por Galliano. Su “despido improcedente” puso de
manifiesto que la moda busca rentabilidad, no esas ensoñaciones estéticas en
las que se basa su discurso. Nadie podía sustituirlo. Todo y todos recordarían
su ausencia.
Y llega Raf Simons con su
prefall y me hace escribir este turrón de post. Los códigos de Simons son
prácticamente opuestos a los de Galliano, pero de repente todo me parece muy
coherente. Tras un par de intentos
reguleros pero prometedores, Raf parece haber sabido hacer coincidir sus señas
de identidad con los hitos que encumbraron a la casa Dior. Y entonces viene la
parte en que me alegro mucho y a la vez me perturbo (que soy muy dada), porque
me doy cuenta de que nadie es irremplazable, de que hay diseñadores más
artísticos que otros, pero mientras nadie puede ocupar el mismo lugar que un
pintor o un escritor célebre, un diseñador puede sustituir a otro.
parraque de amor |
Fíjense en Slimane, dando
la vuelta a la marca y recuperando al Yves más callejero y comercial. O en la
gran cagada que ha supuesto el paso de Manish Arora por Rabanne y ese
desbarajuste moribundo que es hoy Vionnet. Hay que repartir la herencia, pero
repartirla con criterio.
El caso es que, si pienso
en la moda (muy a grandes rasgos), me vienen a la mente un puñado de marcas
centenarias y otro puñado de marcas muertas a las que se les está intentando
practicar el milagro de la resurrección. Y puede que sus fundadores sean
insustituibles, que nadie pueda reemplazar a Chanel, Dior, Yves, Vionnet o
Balenciaga, pero ahora la firma se ha transformado en marca y sus herederos en
trabajadores sujetos a auditorías, despidos, bajas y sustituciones.
Los vestidos se meten en
museos y los desfiles se critican como se critica una exposición, una película o
un libro, pero ni el artista, ni el director ni el autor son (o al menos no de
forma tan evidente) piezas de un engranaje empresarial.
Pinault acabará poniendo a
jóvenes más o menos talentosos dentro de sus firmas centenarias. En un futuro
no muy lejano se cambiará de director creativo cada vez que una sola colección
no alcance los beneficios esperados, o sea, una o dos veces al año. Pero las
marcas se encargarán de anunciar sus colecciones como si estuvieran hablando de
un hito en el mundo del arte, hablaremos del primer desfile de Wang al frente
de Balenciaga en términos estéticos y diremos que Ghesquiere es (o era)
irremplazable- Yo la primera
Raf Simons siempre me pareció bien. Si, es otro mundo al de Galliano, pero es Dior. Eso no quita de gritar a los cuatro vientos el FREE GALLIANO!!
ResponderEliminarLo que si es cierto que la personalidad del diseñador se reduce en si va a vender o sacar rentabilidad, cosa que crea una tensión insoportable y afecta tanto profesionalmente como personalmente; hay un ejemplo reciente que lo constata
Debe ser muy fuerte leer crónicas que te alaban (o te ponen a caer de un burro) como artista y luego estar bajo la presión de los números, las mil colecciones y el miedo constante al despido...
Eliminareres mi primer comentario! :___) gracias!!
No puedo decir lo feliz que estoy de que existan este blog, el miriñaquismo y tú "ipsa".
ResponderEliminarMUAK
No podía hacer algo sin que apareciera el miriñaque de por medio, ya tocaba :) Un beso, campanero!
Eliminarsoy cada vez más fans de simmons
ResponderEliminaridem! quiero el prefall entero
EliminarRaf nos va a dar muchas alegrías. No es Galliano, ni pretende serlo. Y eso lo honra y mucho. No sería el primero en volverse loco y querer hacer cosas que no sabe.
ResponderEliminarSí. Ha ido a su bola desde el minuto 1. Y creo que ha encontrado su sitio. Me muero por ver el desfile del lunes
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