miércoles, 13 de marzo de 2013

Tribulación 04: ¿por qué admiro tanto a Marc Jacobs sin ser yo nada de eso?

Me da mucha rabia ver cómo sale a saludar al final de los desfiles. Odio las dimensiones de su ego. No soporto sus campañas, ni sus cameos publicitarios, ni sus salidas de tono. Incluso me disgustan bastante algunos de sus diseños. Pero no puedo odiarlo. Porque en el fondo creo que es de los pocos genios que nos quedan en activo. Y considerar un genio al mayor attention whore que ha dado la moda reciente, me crea conflictos internos, pero no puedo evitarlo. Así que me he propuesto escribir las diez razones por las que es imposible que me caiga mal Marc Jacobs. Ahí van:

1. Sus desfiles siempre tienen una escenografía perfecta. Nada de idas de olla postfuturistas psicotrópicas y/o gratuitamente grandilocuentes. Por muy ostentosas que puedan llegar a ser, siempre tienen presente los valores de la marca. Siempre.

un tren en el Louvre que recuerda al ambientazo de las Exposiciones Universales del París de fin de siglo. Ahí es ná (Foto: El País)


2. Al margen de inspirarse en periodos históricos o conceptos concretos, lo dispone todo para que el desfile remita a situaciones. Más o menos verosímiles, pero situaciones al fin y al cabo: que si me bajo de un tren, que si cojo el Metro, que si voy a desayunar al buffet del hotel todavía borracha...situaciones que logran ejercer de hilo conductor del desfile de manera inmediata. Pero, sobre todo, situaciones en las que hay que llevar un bolso, un baúl o una maleta, que al fin y al cabo, es lo que importa en un desfile de Vuitton.

3.Hará una oda a los champiñones y al síndrome de Diógenes como hace un par de temporadas o un Beetlejuice revientaZaras para esta primavera. Bonito, feo o infame, da igual. Sus desfiles son profundamente visuales, y eso no es fácil. Trillar un estampado o un estilismo de la forma en la que él lo hace no es fácil. Tiene su parte mala: que es un coñazo (y a veces hasta un dolor) y su parte buena:¿o acaso no reconocéis perfectamente una prenda de Vuitton o Marky seis meses después del desfile? ¿de cuántas marcas podéis decir lo mismo?

Qué fácil se lo pone a Amancio y qué verano vamos a sufrir (Foto: Style.com)


4. Creó, junto a Robert Duffy, su marca en 1993. Y, veinte años después, sigue siendo una marca perfectamente rentable. Veinte años de éxito en la moda equivalen a algo así como a tres vidas y medias de rentabilidad en cualquier otra empresa. Si, además, tenemos en cuenta que es el director creativo de la firma de lujo más importante (que no más prestigiosa) del mundo, y no por ello ha descuidado ni un día su marca homónima, hay que hacerle poco menos que la ola, mal que nos pese su pijama de flores o la bata de encaje.

5. No fue, ni mucho menos, de los primeros en establecer colaboraciones entre artistas y diseñadores. Pero poco tiempo después de su entrada en Vuitton (firma rancia, tradicional y mundialmente reconocida) encontró la forma de aportar frescura a una marca inmóvil. Si cambiar o retocar un icono de más de cien años puede ser visto como un sacrilegio, que lo tunee un artista. Los artistas contemporáneos consolidados son intocables para los clientes del lujo y suelen ser más aspiracionales que un Hermés fabricado en tu salón. Si ellos renuevan los monograms y los damiers, no pasará nada. Y así se hizo. Y Murakami es un súperventas. Y los fulares de Sprouse han abrigado os cuellos de todos los futbolistas. Y lo de Kusama es un horror de feo. Y, después de él, muchas marcas han copiado la estrategia.

Es HORRIBLE no poder odiar a un tío que se hace fotos como éstas


6. A un señor que firma con una casa tan de señoras venidas a más como es Louis Vuitton y se le ocurre empezar a hacer colecciones basadas  en 'The Royal Tenenbaums' no se le puede odiar del todo, aunque uno se esfuerce.Si, además, ha colaborado con Wes Anderson diseñando algunos trajes y todas las maletas de 'Viaje a Darjeeling', uno se ve obligado a quererlo un poquito.

7. En 1992, año en que el Council of Fashion Designers le otorgó el premio a diseñador femenino del año, Jacobs, que por entonces estaba en Perry Ellis, presentó una colección más que inspirada en el grunge. Lo aplaudieron algunos "iluminados" de la época, lo abucheó la crítica más conservadora. Lo despidieron. En definitiva: lo petó. Porque, sin aquella colección, probablemente Arnault no lo hubiera llamado años después. Y porque en 1992, el año despúes de Never Mind de Nirvana y el Ten de Pearl Jam, alguien tenía que hacerlo. 
Piensen en pelis como "Zoolander" o "Prêt à Porter", en sus desfiles absurdos y sus reacciones exageradas. Quizá, salvando las distancias, cualquier parecido con la realidad no sea mera coincidencia. No obstante, los escándalos hay que saber orquestarlos. Y que Slimane lleve un grunge que más que grunge es una excursión a los contenedores de Primark en 2013 no es un escándalo, es una vergüenza.

 



8.En aquel desfile estaba Kate Moss. Una Kate Moss en plena efervescencia que dos años antes había protagonizado esa mítica portada en The Face y estaba empezando a ser requerida en todos los eventos y pasarelas molonas. En el desfile de Vuitton de hace un par de semanas, salió Kate Moss, como en muchos otros. En relidad, nunca ha parado de trabajar, apoyar o colaborar con Marky. Y es que, aunque Katie ha sido musa de muchos, quizá Marc Jacobs sea de los pocos que comulgó realmente con esa estética heroin chic que la hizo crecer. 
Kate Moss será muchas cosas, pero ante todo es Kate Moss, icono máximo de las dos últimas décadas. Por eso, tras el último desfile, la única crónica del mismo que podía leerse en Twitter hora después se resumía en algo parecido a: "Pues en Vuitton ha salido Kate Moss". Y por eso, sentarla en un front row o inspirarse en su estilo no basta, sirve, pero no basta (hola de nuevo, Slimane)

9.  En la segunda línea de su marca homónima, Marc by Marc Jacobs, vende una línea de productos llamados "Special items": bolis, calcetines, fundas de móvil, camisetas y hasta condones baratos, muy baratos. El colmo de lo aspiracional, porque, paradójicamente, todos podemos aspirar a ellos. En las etiquetas de las camisetas y los bolsos de tela puede leerse: "Jacobs by Marc Jacobs for Marc by Marc Jacobs in collaboration with Marc Jacobs Marc by Jacobs" La cima de las firmas, la tautología que deja a Gucci by Gucci en bragas, la ironía hecha etiqueta. No puedo odiarlo.

No sé vosotros, pero yo esto lo veo una genialidad (Foto: The Sartorialist)


10. Es un mamarracho, un ex nerd vengativo que hace colecciones muy horteras, sí. Pero lleva tres marcas con eficacia más que demostrada, y una de ellas es nada menos que Louis Vuitton. Ha protagonizado polémicas más que rentables, ha ideado estrategias de éxito, ha sido copiado hasta la saciedad, ha conseguido que medio mundo se compre un bolso de tela con su nombre y hasta un boli que no pinta pero tiene forma de pintalabios. Es un animal comercial,  una máquina de crear iconos y el líder de eso que llaman tendencias. Tendencias feas, sí, pero que pueblan los escaparates de Inditex dos meses después. Por algo será el niño mimado de Arnault, digo yo.